NO estoy con Ron. El británico me cae como un grano en el sobaco, pero esta noche, cuando él baje a los aparcamientos de la sede central de Woking, lejos de los focos y las plumas que acusan de italianización a los demás, olvidando que McLaren lleva más de una década y media sin comerse un colín y que a Williams ni se la espera, lo jalearé como haría Lisa: Ron, corazón, macháceles los riñones, por ti, por mí y tus hijos. Dales por Dios donde más duele...
En la vida hay malos y peores. Los buenos del todo están en desuso, demodé, que dicen. Ron supuso el comienzo del viaje a los infiernos de Fernando Alonso, pero soy capaz de perdonárselo si acaba dando por el flete a la miercola de personajes que lo han adoptado ahora que lo intuyen con la rodilla doblada. Aquellos que siempre están en el lado bueno y equidistante, los mismos que hoy andan pidiendo respeto para un hijo de su legitima Madre que resulta entrañable, sencillamente porque milita en el bando de los que serán quemados en la hoguera.